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Y la humanidad descubrió el amanecer


Relato presentado al concurso "Amanecer" patrocinado por la revista Zenda

La humanidad descurbio el amanecer

Mur, el jefe del clan, apresuró el paso. Tenían que darse prisa. La luz se estaba ocultando y todavía no habían encontrado el refugio. Miró hacia atrás y vio a dos niños que estaban retrasando al grupo. Eran muy pequeños y todavía no ayudaban en nada. Pensó que tal vez debería librarse de ellos, eran bocas que alimentar y no había demasiada comida. Una de las mujeres más jóvenes, debió leer en sus ojos lo que estaba pensando, porque sin ninguna contemplación, dio un empujón a los chiquillos y les instó a que aceleraran el paso.

El jefe, dejó de mirarlos y levantó la vista hacia el sol. Vio que cada vez estaba más bajo e imaginó, que a pesar de los hechizos del chamán, pronto desaparecería. Si para entonces no habían conseguido encontrar un lugar donde guarecerse, acabarían siendo presa de los animales de la oscuridad.

Mur, se apartó a un lado y esperó a ser rebasado por todos excepto por el explorador al que detuvo. Le interrogó y él le indicó que ya quedaba poco para llegar al refugio. El jefe, con grandes aspavientos, le mostró el círculo de luz y blandió su arma delante de él. El joven, aterrado, se adelantó poniéndose a la cabeza de la expedición y aceleró el paso para que todos lo hicieran.

Conforme el sol iba desapareciendo, el nerviosismo se iba apoderando del grupo. Tenían miedo e increparon al explorador preguntando por la cueva a la que les debía llevar. Uno de los guerreros, el más exaltado, le agarró por el cuello: la caverna no aparecía y apenas se veía. Mur intervino evitando la confrontación y la expedición continuó.

Cuando ya casi habían perdido la esperanza, el que iba en cabeza, señaló una colina y allí, tapada por la maleza, encontraron una cavidad. Todos dieron gritos de alegría; sabían que era su salvación. Antes de entrar, los guerreros comprobaron que no estaba ocupada. Dieron aullidos y tiraron piedras hacia adentro, esperando que si había alguien, se asustara y saliera. Pero hubo suerte. La cueva estaba vacía y el grupo se introdujo en ella.

El jefe, fue el último en pasar. Antes de hacerlo, miró hacia atrás. Ya casi no quedaba luz. El sol estaba desapareciendo y vio cómo se ocultaba detrás de la línea azul y él, no sabía a donde había ido.

Sintió frío y mucho miedo. No podía imaginar que iba a hacer si no volvía. En la oscuridad no se podía cazar y sin comida morirían. Pensó en los pequeños, los que habían retrasado el grupo. Ellos serían los primeros en caer, quizás después podrían servir para que el grupo sobreviviera…

No quiso pensar más. Se puso a mirar a los suyos que ya se estaban instalando, con preocupación. Buscó a Jay, el chamán, con la mirada. Pensó en pedirle que hiciera un conjuro para que volviera la luz pero, inmediatamente se arrepintió. No confiaba en que sirviera para nada. Si no había podido evitar que se fuera, ¿por qué iba a ser capaz de hacer que regresara?

Agotado y sin saber cómo resolver el destino de su gente, busco a Gal, su pareja y se acostó pegado a ella. Pero a pesar del cansancio, no pudo dormir. El no saber si la luz volvería, le tenía tremendamente inquieto. Él sabía, que a veces las tinieblas lo envolvían todo y después de un tiempo desaparecían. Pero no estaba seguro de que eso fuera a pasar y no podía contar con Jay para conseguirlo. Sabía que si la oscuridad duraba mucho tiempo, las cosas se iban a poner muy difíciles. No tenían demasiado alimento. Tuvieron que abandonar la otra cueva porque la comida empezó a escasear y no les quedó más remedio que buscar un lugar donde fuera más abundante.

Mur, se levantó incapaz de dormir. Le costaba abandonar el calor que le daba el cuerpo de Gal, pero necesitaba saber lo que estaba pasando en el exterior, así que a pesar del frío que sentía, se arrastró hasta la abertura.

Un largo escalofrío, recorrió su cuerpo al ver que la oscuridad era total. Estaba aterrorizado. Ya hacía mucho tiempo que habían entrado en la cueva y la luz no parecía querer volver a aparecer. Cada vez más intranquilo y sin despertar a los demás, buscó al brujo y lo arrastró con él a la entrada. El viejo, lo miraba con ojos de impotencia y a pesar de los empujones del jefe, no hacía nada, solo esperaba impávido.

El tiempo seguía pasando y nada ocurría. Cada vez, más miembros del grupo se habían congregado en la entrada, junto a los dos líderes de su comunidad

De repente, a Mur le pareció que la oscuridad era menos negra. Golpeó a Jay en el hombre y le instó a que mirara al exterior.

En los ojos del brujo había dudas. No estaba seguro de que el jefe tuviera razón. Él, estaba convencido de que había llegado el fin, de que nunca más verían la luz. Pero entonces, cuando Mur se lo volvió a indicar, lo notó. Era verdad, a lo lejos, muy a lo lejos, las cosas eran menos negras. La oscuridad ya no era tanta y los árboles y las montañas, estaban empezando a tener siluetas. Dando un chillido, informó de su hallazgo y todos, boquiabiertos, contemplaron como el sol poco a poco se iba abriendo paso.

El resto del grupo, se despertó y corrieron a la entrada de la caverna para ver lo que ocurría dando gritos de alegría.

Uno de los jóvenes, hizo una mezcla con sus tierras de colores, las unió con saliva y con sus dedos, dibujó en la pared un círculo entre dos triángulos. Quería dejar constancia, de cuál era el camino por el que el sol había vuelto.

Mur, seguido del resto, salió al exterior y antes de prepararse para salir a cazar, terminaron de contemplar el amanecer mientras le agradecían al sol, que hubiera vuelto.

 


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